En el obituario publicado en el diario El País (15-01-2010), Miguel Ángel Aguilar describe a Fontán como un intelectual comprometido con los problemas de su tiempo: contribuyó a crear el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, fundó revistas culturales como Nuestro Tiempo o Nueva Revista, dirigió el semanario Actualidad Española, fue senador y diputado de UCD…

Ese “compromiso cívico”, unido a su pasión por el periodismo, le llevó a dirigir el diario Madrid –el periódico más crítico con el régimen de Franco y avanzadilla de la democracia– desde 1967 hasta la orden de cierre dictada el 25 de noviembre de 1971.

Parafraseando unas palabras recientes del director de Le Nouvel Observateur a propósito de Albert Camus, Aguilar escribe de Fontán “que se la jugó al servicio de la moderación, que se atuvo a la lucidez, que definió un comportamiento y una actitud, sin renunciar por otra parte a un credo de cristiano ajeno al fanatismo y atento a su entorno de discípulos y amigos”.

“Su condición de miembro numerario del Opus Dei nunca le sirvió de ventaja, siempre la entendió como una obligación de servicio a los más próximos, a sus colegas y a sus discípulos en el ámbito de los estudios clásicos, a sus compañeros de aventuras periodísticas y políticas y al conjunto de sus compatriotas”.

Concertador de voluntades

La crónica del diario El Mundo (15-01-2010) sobre la muerte de Fontán recoge el elogio de los Reyes de España, los políticos y los periodistas. “Todos destacaron de él su ‘voluntad de consenso’ y su trabajo en favor de las libertades en una época tan difícil como la Transición”.

Don Juan Carlos, de quien Fontán fue profesor, lo definió como “una persona muy humana, muy cercana y español ejemplar”. Y el socialista Javier Rojo –actual presidente del Senado– se refirió a su predecesor como “un hombre bueno”, “de fuerte carácter institucional” y que “se esforzó siempre por llegar a acuerdos”.

En el obituario de El Mundo (15-01-2010), Justino Nova explica una de las claves de orientación que guió las andanzas de Fontán por la universidad, el periodismo y la política: la mezcla entre “una señalada prudencia, fruto de un talante equilibrado, inteligente, discreto, juicioso” y el compromiso coherente con sus convicciones religiosas en todas sus actividades.

En la misma línea, Vicente Martínez-Pujalte destaca de él que “era un hombre de grandes convicciones y creencias religiosas”, y “precisamente por ello tenía siempre un profundo amor a la libertad de quienes no pensaban como él, estaba plenamente abierto al diálogo y era capaz de entenderse con todos y de encontrar cauces de entendimiento y de acuerdo”.

Fontán, un liberal

En el diario ABC (15-01-2009), diversos columnistas hacen referencia al liberalismo político en el que militaba Antonio Fontán. Quizá el más original de todos es el poeta Luis Alberto de Cuenca, que nos sorprende en la Tercera con un juego de palabras: “Su liberalismo trascendía incluso el vocablo en su acepción de uso ideológico para ubicarse en el espacio semántico que corresponde al término ‘liberalidad’. Porque don Antonio se ha pasado la vida distribuyendo generosamente sus bienes espirituales y morales por todas partes sin esperar recompensa a cambio”.

“Y él, que creía firmemente en la libertad como principio máximo al que invocar en la dirección de los Estados, creyó también a pie juntillas en la libertad del desprendimiento, del altruísmo, de la filantropía. Y, a partir de ese desapego de lo accesorio, urdió un sistema de alianzas con lo esencial, que incluía la relación con Dios y con la patria y el servicio a los demás”.