lunes, 8 de noviembre de 2010
Homenaje a D. Antonio
Española de Estudios Clásicos tienen el honor de invitar a Vd.
a la sesión académica en memoria del Profesor Antonio Fontán
Pérez que se celebrará el próximo 19 de noviembre a las 19.30
horas en el salón de actos de la Fundación. Intervendrán los
Profesores Carmen Castillo (Universidad de Navarra), Luis
Alberto de Cuenca (C.S.I.C.), Carmen Gallardo
(Universidad Autónoma de Madrid), José Luis Moralejo
(Universidad de Alcalá y Patrono de la Fundación Pastor),
Ana M.ª Moure (Universidad Complutense y Patrona de la
Fundación Pastor) y Jaime Siles (Universidad de Valencia y
Presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos).
Salón
martes, 22 de junio de 2010
Curso de verano de la Universidad Complutense (El Escorial)
domingo, 14 de febrero de 2010
Un humanista de cuerpo entero / Abc 1.2.10
Don Antonio y yo habíamos comenzado los mismos estudios en la misma ciudad, Roma andaluza, en cuyo casco antiguo habíamos nacido. Al año siguiente de iniciar mis estudios universitarios, 1986, tuve la suerte de conocerle personalmente. Un grupo de imberbes filólogos de provincias le habíamos pedido dialogar con él en su estudio de Doctor Fleming. Yo llevaba mi Humanismo romano, donde estampó su firma. ¿Qué podíamos aportarle unos jóvenes inexpertos a un maestro de prestigio nacional de 63 años? No nos miró con displicencia, sino con afecto. No estaba allí para poner en evidencia nuestra ignorancia, sino para compartir su scientia. En la conversación telefónica previa, Don Antonio me había sugerido que podía hablar también de las raíces cristianas de Europa, como un humanista del Renacimiento que aspiraba a acudir a las fuentes…
Concluí la carrera en Granada, ciudad a la que Don Antonio había arribado como catedrático de Filología Latina unos decenios antes… Allí también trabajé como periodista: la otra profesión del maestro. ¿No son muchas de las cartas de Cicerón crónicas periodísticas…? Al acabar mi licenciatura le pedí que me dirigiera la tesis. Con elegancia, me sugirió que fuese mi director –como así fue- alguno de los profesores de Granada. No quería, de alguna manera, sustituir a quienes, cercanos a mí, y en mi misma alma mater, podían dirigir mi trabajo.
Pero a él mandé el primer ejemplar de la tesis, convertida ya en libro. Al fin y al cabo, versaba sobre un tema de humanismo renacentista, y él había sido mi primer maestro a través de sus libros y ediciones. Como en los diálogos clásicos y renacentistas Don Antonio me había puesto en contacto con otros filólogos: “Envíales tu libro de mi parte”. Evidentemente, el “de mi parte” era un gran favor. Un favor inestimable. Un valor añadido que, de inmediato, sus amigos y discípulos entendieron. Fruto de ello fue, entre otras cosas, la reseña que Luis Alberto de Cuenca publicó en el Abc Cultural. Don Antonio, que, armas y bagaje, se entregaba a su interlocutor, me dijo: “También puedes publicar un artículo en Nueva Revista”.
Si quid est in me ingenii… comienza el Pro Archia. Algo que podría decir también Don Antonio, y no como mera captatio benevolentiae… Pocos meses antes de su muerte volví a coincidir con él. Estaba allí, en una biblioteca abierta a un jardín -¿qué más se puede pedir?-, concentrado sobre un libro. Pero, Don Antonio, le dije. ¿No descansa? “No sé hacer otra cosa”, me respondió. Tenía 86 años y trabajaba en un libro sobre Cicerón y en otro sobre Séneca. “¿Me ayudas a editarlo?”, me propuso. No salía de mi asombro.
Como Petrarca, Don Antonio moría sobre sus pergaminos…
Antonio Barnés Vázquez
martes, 9 de febrero de 2010
Antonio Fontán in memoriam / El blog de Salvador Villegas
Al abrir los periódicos la mañana del último y frío catorce de Enero me encontré con la noticia del fallecimiento de D. Antonio Fontán Pérez (Sevilla 1923 – Madrid 2010). Para mi sorpresa, pude observar que este hombre, al que tanto debe la pacífica transición y la democracia española, era conocido en primer lugar como político, en segundo como periodista y en tercero como humanista y, en cualquier caso, por muy pocas personas. Esto, tras pensármelo mucho, me ha animado a dedicar una comunicación a D. Antonio Fontán, al que siempre he admirado por su amor a la libertad y a los Estudios Clásicos a pesar de mis diferencias en cuestiones políticas, ideológicas e incluso religiosas.
Aunque su inteligencia y capacidad de trabajo eran inimaginables y le permitían dedicarse con toda brillantez a su profesión de catedrático de universidad y a su afición de periodista, quizá por deformación profesional de docente, desechando la cronología, voy a dividir mi comunicación en tres apartados ordenados según la importancia que me merece cada una de sus tres principales actividades: Don Antonio Fontán, humanista; Don Antonio Fontán periodista, y Don Antonio Fontán, hombre de Estado.
Don Antonio Fontán, humanista
D. Antonio Fontán recibió una sólida formación humanística desde que comenzó a cursar en el Colegio de los Jesuitas de Sevilla aquel Bachillerato (lo escribo con caja alta) de siete años en el que todos los alumnos sin distinción estudiaban ciencias y letras que incluían latín y griego. Su currículum posterior culmina lo que comenzó en Bachillerato:
- Comenzó la carrera de Filosofía y Letras en Sevilla y se licenció en Madrid en 1944.en la especialidad de Lenguas Clásicas.
- Leyó en Madrid, en 1948, su tesis doctoral sobre Manuscritos de Séneca en las Bibliotecas españolas.
- Catedrático de Filología Latina desde 1949, profesó en las Universidades de Granada, Navarra (entonces Estudio General), Autónoma de Madrid y Complutense de Madrid, de la que fue profesor emérito desde su jubilación.
- Fue un magnífico traductor de Tito Livio y Cicerón y publicó numerosos artículos y libros sobre el mundo romano y el Renacimiento.
Conocí a D. Antonio Fontán durante el II Congreso Andaluz de Lenguas Clásicas, que se celebró en las ciudades de Antequera y Málaga en Mayo de 1984. Era por aquel entonces Presidente de la Asociación Española de Estudios Clásicos y, como tal, abrió el Congreso con un discurso del que todavía resuenan en mis oídos algunas palabras que explican cuáles fueron los cimientos sobre los que se fundó su personalidad.
Estudiar la cultura antigua es estudiarnos… a nosotros mismos. Los griegos y los romanos de hoy somos nosotros, o no somos nada. La lengua que hablamos es una forma moderna o renovada del latín. Los sistemas de razonamiento y la dialéctica que hemos aprendido y en que consiste la metodología de las ciencias provienen de la analogía platónica y acaba remontándose a las primeras metáforas homéricas. Lo mismo podemos decir, en referencia más directamente a Roma, de la sociedad, del derecho, de la persona humana, y de los valores culturales que encarna…
Vemos, pues, que la base sobre la que se fundó la rica y enriquecedora personalidad del Dr. Fontán fueron sus estudios clásicos. Fue en todo momento un humanista y con este bagaje se introdujo con éxito por las veredas del periodismo y fue introducido por los vericuetos de la política.
Don Antonio Fontán, periodista
El periodismo fue la gran afición de Don Antonio durante toda su vida. Mas no se conformó con colaborar esporádicamente en uno y otro periódico; obtuvo el título de periodista en la entonces Escuela Central de Periodismo de Madrid, donde acabó en 1954 y, durante su permanencia como catedrático de Filología Latina en el Estudio General de Navarra, fundó el Instituto de Periodismo, germen de la actual Facultad de Ciencias de la Comunicación de la ya Universidad de Navarra.
Como periodista ha escrito a lo largo de su vida gran cantidad de artículos; pero es conocido, sobre todo, por ser el último director de Madrid, diario que por su liberalismo fue cerrado por el régimen franquista y poco después, borrado literalmente del mapa de la capital de España con dinamita. Corría ya el año 1971; el Dr. Fontán lo había dirigido desde 1967.
Tras el breve hiato (1979-1982) en el que anduvo en política, siguió simultaneando su actividad periodística con su cátedra de Filolofía Latina y fundó en 1990 Nueva Revista, de la que ha sido presidente y editor.
El periodismo, pues, no fue algo accidental en su vida. El Instituto Internacional de Prensa (Internacional Press Institute) en su asamblea celebrada en Bostón en mayo de 2000, eligió, para celebrar su quincuagésimo aniversario, cincuenta Héroes de la Libertad de Prensa (Press Freedom Her) correspondientes a cincuenta naciones. El Dr. Fontán fue el seleccionado para España. Y es que D..Antonio era un liberal, maestro de liberales, como la copa de un pino.
Don Antonio Fontán, hombre de Estado
Durante la dictadura, Don Antonio Fontán, liberal y demócrata, no ocupó ningún cargo político. Monárquico convencido, fue miembro del Consejo Privado del Conde de Barcelona hasta 1969 y uno de los mentores del entonces Príncipe. Años después, en 1977, estas relaciones le permitieron ser la persona apropiada para entregar al rey Don Juan Carlos la carta en la que D. Juan renunciaba a todos sus derechos reconociendo así el reinado de su hijo.
Durante la transición, en 1977, presentó su candidatura a senador por Sevilla bajo las siglas de UCD y ganó el escaño. Fue Presidente del Senado y, como tal, con el Presidente de las Cortes y el del Congreso de los Diputados, refrendó la firma real que promulgaba la Constitución de 1978, como puede comprobarse en su disposición final.
En 1979 fue elegido Diputado por Madrid en las primeras elecciones convocadas según la reciente constitución y nombrado Ministro de Administración Territorial (1979-1980).
Al acabar la legislatura se retiró de la política activa y se dedicó a lo que siempre se había dedicado: sus clases de Filología Latina, sus traducciones de Cicerón y Livio, sus trabajos sobre Séneca, sus estudios filológicos, sus congresos… y su periodismo. El Dr. Fontán se retiró de la política como se retiró el romano Cincinato, cuya legendaria leyenda conocía a la perfección como buen humanista.
He llegado al final. Y quiero acabar deseando desde lo más profundo de mi agnosticismo estar equivocado y que mi admirado Antonio Fontán, tras su muerte, se haya encontrado con lo que en vida tanto deseó. En todo caso, maestro, tú sabías que ya habías alcanzado la inmortalidad en el concepto clásico del término, esa inmortalidad definida por Cicerón en Filípicas, 9.5.10.:
Vita mortuorum in memoria vivorum est posita.
La vida de los muertos en la memoria de los vivos está puesta.
domingo, 31 de enero de 2010
Antonio Fontán, nobleza obliga / La Gaceta 15.01.10
Al saber del fallecimiento de Fontán, me asaltan unos versos de Rubén Darío a propósito de Machado, otro Antonio sevillano: “Fuera pastor de mil leones /y de corderos a la vez”. La personalidad de Fontán era, en efecto, muy poliédrica, aunque estaba presidida por un fondo de seriedad y de lealtad que no le abandonó nunca en sus empresas. Fontán fue, en primer lugar un intelectual riguroso, autor de un número muy alto de trabajos históricos y filológicos, llenos de interés por su erudición, su curiosidad y su talento. El último de sus libros, Príncipes y humanistas, está repleto de intención, de sabiduría: un tema arcano se convierte en una reflexión sobre la vida llena de interés, de sugerencias, de actualidad incluso.
Ser un latinista competente es argumento suficiente para una vida plena, pero Fontán supo ser más, sin dejar de ser de los mejores en lo suyo. Aunque a él no le gustase oírlo, Fontán era un español bastante raro, un tipo tan alejado de la improvisación y la chapuza como uno pueda imaginar. Además de un erudito de primer nivel, fue un extraordinario periodista que encabezó varias iniciativas históricas. Fue el alma del diario Madrid, un intento insólito de forzar la libertad política en el seno de un régimen que se resistía a perder los controles. Es pasmoso que un académico haya podido ser, un hombre de acción tan eficaz y constante. Su tarea periodística le abocó a la política de una manera natural, pero como un ejercicio de patriotismo, de lealtad al pasado y al futuro de una España a la que amaba hondamente, y para la que siempre procuró lo mejor. Los españoles, fieles a nuestra ceguera, no hemos sabido reconocer sus méritos de una manera adecuada, aunque el marquesado de Guadalcanal, de modo tardío, ha atenuado un poco esa injusticia.
Como político era ambicioso y tranquilo, astuto e ingenuo. La política fue algo que había que hacer, pero con lo que era mejor no perder la cabeza, un riesgo al que siempre están expuestas testas menos sólidas que la suya. Supo retirarse a segundo plano cuando entendió que había cumplido su misión, y concentrarse en esas tareas que no se pueden abandonar. Son muchos los que han aprendido a su vera, los que le han acompañado en sus ambiciones e ilusiones y ha sabido dejar en ellos una semilla de nobleza, de desinterés, de pasión por lo que vale la pena. Era muy notable ver la atención que dedicaba a cualquiera que tuviera algo que decirle, siendo como era uno de los españoles con mejor criterio e información del último medio siglo.
Fontán ha sido todo lo que fue desde un fondo que puede parecer contradictorio: un genuino liberal, una mente abierta, tolerante, capaz de valorar cuanto de bueno hay en este mundo y, a la vez, un hombre profundamente cristiano, dedicado discretamente a hacer el bien y a vivir su fe y su esperanza. Creo que puede decirse de él, sin irreverencia, lo que el evangelio de San Marcos dice del Maestro: Omnia bene fecit, todo lo hizo bien.
Antonio Fontán, un sevillano universal / El Imparcial 1.2.10
HIDEHITO HIGASHITANI es catedrático emérito de la Kobe University of Foreign Studies y actualmente catedrático de Literatura en Himeji Dokkyo University (Japón).
In contraria ducet
Antonio Fontán, un sevillano universal
01-02-2010
Me llega la noticia, con miles y miles de kilómetros de distancia de por medio, del reciente fallecimiento en Madrid de Antonio Fontán, mi antiguo profesor de la Facultad de allá por los años 60. La prensa española coincide en dar la noticia destacando su personalidad como ’el primer presidente del Senado de la democracia’ y habla de su dedicación polifacética con sus méritos profesionales en variados campos a lo largo de su vida: como politico, como periodista y también como catedrático de Filología Clásica.
Pero, no quisiera caer ahora en el tópico de recordar a un maestro enumerando todos los títulos honoríficos, publicaciones y cargos que desempeñó a lo largo de su vida. Lo que pretendo aquí es trazar un pequeño retrato personal suyo refiriéndome escuetamente a su dimensión humana vinculada a mi contacto personal con él en el ámbito de la Universidad, que fue, al fin y al cabo, el que ocupó una buena parte de su trayectoria vital.
Conocí a Antonio Fontán en 1964 siendo él decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad, donde yo, recién terminada la licenciatura en Japón, acababa de iniciar mis estudios doctorales en España.
El profesor Fontán, como decano de la Facultad, tuvo la gentileza de invitarme un día a su despacho para hablar conmigo sobre la marcha de mis estudios y para cambiar impresiones sobre cualquier tema que me gustase.
A decir verdad, para un típico despistado oriental que pisaba las tierras hispanas por primera vez en su vida, donde tan distintos eran el modo de pensar, la forma de actuar y las costumbres de la gente que me rodeaba, me resultaba algo incómodo en aquel entonces mi intento de adaptación a la vida universitaria española. No me refiero a esas típicas chiquilladas inocentes o bulliciosas bromas que se gastaban entre los estudiantes, ni a aquellas típicas discusiones acaloradas mantenidas por los que creen que por alzar la voz consiguen tener más razón frente a los demás, ni a otras expresiones ’carpetovetónicas’ similares del alma hispana, porque eso no me cogía de sorpresa ya que venía yo bien dispuesto y preparado para ello.
Pero lo que sí que me incomodó mucho fue la sensasión de malestar y de desconcierto en el orden, digamos, intelectual que me causó el ambiente político y social que reinaba entonces en España. Era la época en que en España se festejaba por todo lo alto ’los 25 años de paz’ y se suspendía por orden gubernamental la publicación de una revista humorística por sacar un titular que decía con jocosidad ’Veinticinco años de paz y ciencia’.
Todo ese ambiente en la vida pública española era de difícil asimilación para un jóven oriental de veintitrés años que hasta entonces había vivido y formado intelectualmente bajo el ambiente liberal y democrático en su país de origen en la época de postguerra.En la primera entrevista con el Prof. Fontán, lo que más me impresionó fue su modo de hablar tan tranquilo y reposado respaldado por una inteligencia equilibrada y juiciosa junto con aquella elegancia y finura nata de un sevillano tradicional. Y me quedé algo tranquilo al comprobar que frente a mí tenía a una de esas personas que sabían ’convencer’ con buen razonamiento sin necesidad de alzar la voz a los que difieren de su pensamiento. Y nuestra conversación giró, más que sobre el tema de mis estudios, principalmente en torno a esa sensación de desconcierto que yo sentía en la vida española y sobre la postura intelectual que yo debía tomar frente a aquella sociedad a la que pertenecía yo de alguna forma.
A través de una serie de conversaciones que tuve con él desde aquel primer encuentro, no tardé mucho en descubrir su talante liberal y equilibrado, su independencia de criterio, su generosa actitud de comprensión de las posiciones de los demás.
Fontán comprendió en seguida mi inquietud con ese modo casi intuitivo de ver las cosas. Tuve la sensación de haber encontrado de verdad un ’aliado’ mío y me entretuve en esos ratos gratísimos de diálogo tranquilo y relajado. Y me confortaban sus palabras llenas de afabilidad y de cariño que le caracterizaban
Pero en esta vida lo bueno no suele durar mucho. Al cabo de unos años escasos de nuestro encuentro se marchó para Madrid para emprender su nuevo camino en el periodismo.
Desde aquel año seguí —dentro y fuera de España- sus avatares profesionales como periodista formando parte de la avazadilla de la democracia y enfrentándose con la dictadura y después como político de pro en la línea de conservadurismo liberal en la época de la transición democrática.
Antonio Fontán era, por lo que a mí me toca, un espíritu libre. Y casi me atrevería afirmar que es una de las personas que me habían dejado mayor impronta en los años de plenitud formativa, es decir en mi vida estudiantil universitaria. Así que a él le guardo gratitud profunda.
Adiós y muchas gracias, don Antonio.
jueves, 21 de enero de 2010
Algunos recuerdos sobre Fontán y Cádiz / Diario de Cádiz
Eduardo / Del Pino / Profesor Titular De / Filología Clasica | Actualizado 21.01.2010 - 01:00
Hace casi tres años, en el mes de marzo de 2007, recibía en Cádiz don Antonio Fontán el Premio Libertad del Club Liberal 1812. Dicen que la talla de los maestros se mide también por sus discípulos y sus continuadores. Don Antonio, como lo hemos llamado sus discípulos (en el sentido amplio del término), ha dejado profunda huella en el mundo de la política, en el de los medios de comunicación, y en el de la universidad. Y también en Cádiz. El pasado día 16 Enrique García Agulló, presidente del Club Liberal 1812, recordaba en Diario de Cádiz sus primeras reuniones con él en los comienzos de la Transición.
El papel de don Antonio Fontán en la consolidación de la monarquía parlamentaria de nuestro país fue muy relevante. Un dato sobre esto, aunque parezca anecdótico. El mismo día 16, en un nublado y frío día del invierno madrileño, recibía sepultura Fontán en el cementerio de La Almudena. Acudieron cientos de personas (tanta gente tan distinta y tan de acuerdo en acompañar en ese momento al mismo hombre). Estaban presentes muchas personalidades de esos tres ámbitos a los que principalmente se dedicó. Y también estaba (algo quizás inadvertido para muchos) su primer biógrafo: Jaime Cosgaya García, que decidió hace un tiempo preparar su tesis doctoral en Historia Contemporánea. El profesor Pablo Pérez de la Universidad de Valladolid no dudó en dirigir la investigación hacia una biografía de Antonio Fontán. Es significativo, por más que ya consagrados investigadores de la Historia Contemporánea, como el profesor José Manuel Cuenca Toribio, hayan escrito sobre el papel de Fontán en la política reciente de nuestro país. Muy posiblemente esa tesis se lea en este mismo curso, lo que promete un libro muy interesante para pronto.
Se han destacado diversos aspectos de la labor de don Antonio Fontán en la universidad. Ahora que se quiere valorar más las tareas de gestión de los profesores universitarios, quizás sea muy acertado recordar cómo él supo abrir cauces que han resultado con el tiempo especialmente enriquecedores. Y esto al frente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, o del innovador Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra; o también, en otro campo, al frente del malogrado (aunque bienlogrado) Diario Madrid. También lo hizo con publicaciones suyas, como aquel Artes ad humanitatem, o el conocidísimo Humanismo Romano, que señalaban hacia un ámbito de altísimo interés para el estudioso de la lengua latina y su literatura.
Entre tantos homenajes como Fontán ha recibido en sus últimos años, no es casualidad que el Instituto de Estudios Humanísticos (creado y dirigido por un catedrático, José M.ª Maestre, de la Universidad de Cádiz) quisiera en el año 2000 celebrar uno de sus congresos internacionales en homenaje a Fontán por su papel como impulsor de los estudios de Humanismo, uniéndolo así a los homenajes del Instituto a otros profesores pioneros como Antonio Prieto y los hermanos Luis y Juan Gil Fernández (este último maestro directo de tantos profesores de latín de Cádiz: de su Universidad y también de sus Institutos de Enseñanza Secundaria).
Muchas personas conocieron el despacho de don Antonio en la calle Fleming de Madrid. Ha sabido ser consejero de príncipes y de humanistas (y ya se sabe que el panorama social de los humanistas es variopinto). De aquel despacho repleto de libros salían sus interlocutores enriquecidos por su consejo o por su orientación, y siempre satisfechos por su talante de magnífico conversador. En una visita de un caluroso verano (que don Antonio sobrellevaba como un segundo Séneca) llevé a don Antonio un ejemplar de su último libro (Príncipes y humanistas) para que me lo dedicara. En la primera página escribió: "Para Eduardo Del Pino, varios lustros de relación amistosa continua, agradeciéndole el afecto que siempre me ha demostrado". Así de generoso era don Antonio Fontán. Supo ser maestro. Esta es la suma del haber (o mejor del deber) que tengo con don Antonio: esos cuatro lustros de fecunda relación entre latinistas, que se inició con una simple entrevista que yo le hice para una publicación universitaria (entonces concluía yo mi carrera de Filología Clásica), y que se consolidó con el tiempo. Desde entonces no he dejado de aprender de él, en lo profesional y en lo personal.
En los artículos que se están escribiendo en estos días se destaca su capacidad de diálogo, o su lealtad. A mí me gusta pensar en su generosidad. En cómo después de años de política, prensa o universidad, no parecía albergar resentimientos contra nadie. En su excelente buen humor, que mantuvo hasta el último momento (un humor que Antonio Burgos dice muy propio de la alta tierra de Guadalcanal, y que se enraiza también, creo yo, en su talante de cristiano sabio, o sea, humanista).
Se nos van marchando unos y otros maestros. En sus últimos días don Antonio estaba preparando una contribución para el homenaje a su buen amigo Antonio Caro, también profesor de nuestra Universidad y recientemente fallecido. De todo esto no podía imaginar nada aquel joven de seis años que fue llevado por sus padres, en 1930, a una recepción en el Hotel Playa Victoria de Cádiz. Como los guardamarinas estaban por llegar a la fiesta, sus padres lo dejaron quedarse un poco más. Pudo entonces conocer personalmente a don Juan de Borbón. Era 1930 y era verano. Y aquel niño que miraba el atardecer en la Playa Victoria no sabía que se iría a estudiar a Madrid; que sería catedrático de varias universidades; que fundaría varias revistas y le hundirían un periódico; que presidiría un Senado y firmaría una Constitución; que sería maestro de un Rey; que aún no habría muerto y ya habría una tesis sobre su vida.
Puerta grande / Abc de Sevilla
miércoles, 20 de enero de 2010
Muere Antonio Fontán, humanista y hombre de diálogo / Aceprensa
El pasado 14 de enero falleció Antonio Fontán a la edad de 86 años. Catedrático de Filología Latina, periodista y primer presidente del Senado en democracia, Fontán destacó por su capacidad de tender puentes entre personas de las más diversas tendencias políticas. Seleccionamos algunos comentarios de la prensa.
Fecha: 15 Enero 2010
En el obituario publicado en el diario El País (15-01-2010), Miguel Ángel Aguilar describe a Fontán como un intelectual comprometido con los problemas de su tiempo: contribuyó a crear el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, fundó revistas culturales como Nuestro Tiempo o Nueva Revista, dirigió el semanario Actualidad Española, fue senador y diputado de UCD…
Ese “compromiso cívico”, unido a su pasión por el periodismo, le llevó a dirigir el diario Madrid –el periódico más crítico con el régimen de Franco y avanzadilla de la democracia– desde 1967 hasta la orden de cierre dictada el 25 de noviembre de 1971.
Parafraseando unas palabras recientes del director de Le Nouvel Observateur a propósito de Albert Camus, Aguilar escribe de Fontán “que se la jugó al servicio de la moderación, que se atuvo a la lucidez, que definió un comportamiento y una actitud, sin renunciar por otra parte a un credo de cristiano ajeno al fanatismo y atento a su entorno de discípulos y amigos”.
“Su condición de miembro numerario del Opus Dei nunca le sirvió de ventaja, siempre la entendió como una obligación de servicio a los más próximos, a sus colegas y a sus discípulos en el ámbito de los estudios clásicos, a sus compañeros de aventuras periodísticas y políticas y al conjunto de sus compatriotas”.
Concertador de voluntades
La crónica del diario El Mundo (15-01-2010) sobre la muerte de Fontán recoge el elogio de los Reyes de España, los políticos y los periodistas. “Todos destacaron de él su ‘voluntad de consenso’ y su trabajo en favor de las libertades en una época tan difícil como la Transición”.
Don Juan Carlos, de quien Fontán fue profesor, lo definió como “una persona muy humana, muy cercana y español ejemplar”. Y el socialista Javier Rojo –actual presidente del Senado– se refirió a su predecesor como “un hombre bueno”, “de fuerte carácter institucional” y que “se esforzó siempre por llegar a acuerdos”.
En el obituario de El Mundo (15-01-2010), Justino Nova explica una de las claves de orientación que guió las andanzas de Fontán por la universidad, el periodismo y la política: la mezcla entre “una señalada prudencia, fruto de un talante equilibrado, inteligente, discreto, juicioso” y el compromiso coherente con sus convicciones religiosas en todas sus actividades.
En la misma línea, Vicente Martínez-Pujalte destaca de él que “era un hombre de grandes convicciones y creencias religiosas”, y “precisamente por ello tenía siempre un profundo amor a la libertad de quienes no pensaban como él, estaba plenamente abierto al diálogo y era capaz de entenderse con todos y de encontrar cauces de entendimiento y de acuerdo”.
Fontán, un liberal
En el diario ABC (15-01-2009), diversos columnistas hacen referencia al liberalismo político en el que militaba Antonio Fontán. Quizá el más original de todos es el poeta Luis Alberto de Cuenca, que nos sorprende en la Tercera con un juego de palabras: “Su liberalismo trascendía incluso el vocablo en su acepción de uso ideológico para ubicarse en el espacio semántico que corresponde al término ‘liberalidad’. Porque don Antonio se ha pasado la vida distribuyendo generosamente sus bienes espirituales y morales por todas partes sin esperar recompensa a cambio”.
“Y él, que creía firmemente en la libertad como principio máximo al que invocar en la dirección de los Estados, creyó también a pie juntillas en la libertad del desprendimiento, del altruísmo, de la filantropía. Y, a partir de ese desapego de lo accesorio, urdió un sistema de alianzas con lo esencial, que incluía la relación con Dios y con la patria y el servicio a los demás”.
lunes, 18 de enero de 2010
Antonio Fontán y Alcalá / diariodealcala.es
ANTONIO CAMPUZANO
En febrero pasado, las Universidades de Alcalá y Rey Juan Carlos homenajearon al momento constitucional de 1978 y personificaron en los presidentes de las Cortes Constituyentes.
esa distinción. Allí estaban Fernando Álvarez de Miranda y Antonio Fontán. Álvarez de Miranda no pudo leer su discurso y, en su defecto de salud, lo tuvo que hacer Fontán, quien acarreó con el suyo y el ajeno. Esa salud se trastocó y Antonio Fontán nos ha dejado hace dos días. Aquel acto simbolizó, como otros muchos, un hito histórico, el de
la transición, quien ya ha superado el lugar común de modélica para serlo de verdad. Los corrillos del patio del paraninfo en una estupenda mañana fueron otro modelo de convivencia fraternal.
Fontán protagonizó muchos de ellos, casi siempre acompañado de dos de sus educandos: una en política, Esperanza Aguirre; el otro, en las lecciones y virtudes de Estado, el Rey Juan Carlos. Fontán procuró cohonestar las relaciones de padre e hijo, Don Juan y Don Juan Carlos. Y procuró, siempre con las coordenadas de la tolerancia y la abierta disposición a actuar entre desiguales para hacer desaparecer la diferencia y el conflicto, que el paso de un sistema de gobierno a otro, del totalitario al democrático, se hiciese sin que se sonasen las bocinas de emergencia ni se encendiesen los gálibos de alarma.
De eso, en sus variantes públicas, periodísticas, académicas, se vistió siempre. Por eso, aquel día en Alcalá, la mañana en principio fría de febrero se iluminó sin motivo aparente. Porque allí estaba una cohorte de seres humanos que había ayudado a llegar a la orilla de la humanización de la política a dos generaciones de españoles. Eso tiene mucho mérito. Y el patio de la Universidad Cisneriana acogió aquella fiesta como sin quererlo. Y fue un gran día. En la capilla ardiente de Antonio Fontán, entre una explosión vegetal de coronas, había una de flores blancas, con una banda de arriba abajo con el nombre de Virgilio Zapatero, quien con mucha probabilidad se acordase de aquella mañana soleada.
sábado, 16 de enero de 2010
ANTONIO FONTAN IS DEAD
BY JUAN ANTONIO GINER, FOUNDER AND PRESIDENT OF INNOVATION INTERNATIONAL MEDIA CONSULTING GROUP
I just got the sad news that Antonio Fontan is dead.
He was the editor of Madrid, the iconic newspaper that was shut down and blow up by the Franco Regime in 1972.
In the picture he is with some of the editors of the paper in front a picture of the final destruction of the building’s paper.
The government suspended the newspaper, which was in favor of democracy and against the authoritarian rule of General Fanco.
Fontán was prosecuted on 19 occasions and fined 10 times.
In October 1971 the authorities demanded Fontán’s resignation, closing down the paper for good a few weeks later.
The International Press Institute (IPI) named him one of the “Heroes of Press Freedom.”
Later he became the first Senate President of Spain’s democracy.
Founder of the University of Navarre School of Journalism, Antonio Fontan was one of the most charismatic and brilliant personalities of the Spanish press.
In 2008 he was made Marqués de Guadalcanal by the King Juan Carlos I as an hommage to their contributions to the political freedom and civil peace in Spain.
I was editor of NUESTRO TIEMPO, a current affairs magazine founded by him, and I had some wonderful meetings, moments that I will never forget.
“Don Antonio” as we used to call him, was a real gentleman, a master and a role model for many young journalists of my generation.
We will miss him very much.
Spanish press freedom hero dies / guardian.co.uk
Antonio Fontán, the Spanish newspaper editor who was persecuted by the Franco regime for years before his newspaper was forcibly closed down and its offices dynamited, has died aged 86.
He was the editor of the national daily, Madrid, from 1967 and soon became unpopular with the regime for publishing articles defending democracy and civil liberties. The paper was shut down for four months in 1968, suffering heavy financial losses because it continued paying its staff.
Fontán was prosecuted on 19 occasions and fined 10 times before the paper was shut down altogether in 1971. The International Press Institute named him as one of its "heroes of press freedom."
When democracy was restored in Spain after Franco's death and the monarchy was re-established in 1975, the supreme court revoked the order to close down Madrid. The state was ordered to pay damages to the paper, but this was not enough to restart it.
Fontán was elected to the senate in 1977, and was one of the authors of the country's constitution, which recognised freedom of expression and freedom of information as fundamental rights. He also served as a minister of the government from 1979 to 1982.
He also founded the University of Navarre school of journalism. In 2008, he was made Marqués de Guadalcanal by the king, Juan Carlos, in recognition of his contribution to the political freedom and civil peace in Spain.
Antonio Giner writes: "'Don Antonio', as we used to call him, was a real gentleman, a master and a role model for many young journalists of my generation."
Pasión por la libertad. / colpisa
Un liberal / Abc
"Una persona a la que yo admiraba profundamente"
Iñaki Gabilondo en diariodenavarra.es (16.1.2010)
Tres personas tan distintas como usted, Pedro J. Ramírez o Jesús Ceberio estudiaron en la Universidad de Navarra. ¿Hasta qué punto condiciona la formación?
Ahora que se ha muerto Antonio Fontán, una persona a la que yo admiraba profundamente, recuerdo que el año pasado la Facultad de Comunicación de la UN celebró su 50 aniversario. En la mesa presidencial estábamos la decana, Fontán y yo. Y hubo alguien que dijo: ¿Y éste qué hace aquí? ¿Pero por qué no voy a estar?, pensaba yo. La decana habló en el acto de los valores que se intentan inculcar en la UN: respeto, dignidad, trabajo bien hecho. Me parece que son una carretera muy ancha, por la que todos podemos circular. Me siento y me reconozco alumno de esta Facultad, y contento, aunque esté en las antípodas del Opus.
Antonio Fontán, un enamorado de la libertad / noticiasdenavarra.com
por Covadonga O"Shea, * Presidenta del Instituto de Moda ISEN y alumna de la primera promoción de Periodismo de la Universidad de Navarra - Viernes, 15 de Enero de 2010 - Actualizado a las 07:29h.
Don Antonio, su primer director, un político liberal -rara avis en aquellos años 60-, aparecía para impartir la lección magistral a un grupo de jóvenes estudiantes. Su aguda visión de la profesión que habíamos elegido nos dejó asombrados. También nos encandiló su empeño por inculcarnos el sentido de la honradez, siempre en la línea de la libertad, valor con el que nos aconsejaba que ejerciéramos.
La imagen que guardo de aquel primer encuentro con esta personalidad de la vida nacional es la de un profundo contraste. Por un lado, se encontraba en una situación de "alta gama", diríamos hoy, tanto por su nivel intelectual como por su entorno profesional y vital. No en vano, formaba parte del consejo privado del Conde de Barcelona y se movía en los selectos ambientes monárquicos de la época.
Y a la vez, lo anterior resaltaba aún más por su absoluta sencillez, por su cercanía con los alumnos y por la convicción con la que nos explicaba los valores fundamentales que ha de tener un buen profesional de la comunicación.
Ha pasado medio siglo desde entonces. Hace muy pocos meses, en abril de 2009, en la Asociación de la Prensa de Madrid, se celebró el acto de presentación del libro Fcom: 50 años preparando el futuro, editado con motivo del 50 aniversario de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Don Antonio pronunció palabras claras, sencillas y profundas, con la misma lucidez con la que impartió su primera clase en el Instituto de Periodismo en Pamplona. La lección dejó en el aire el mismo mensaje e idéntica impresión que aquel día: esta profesión, como cualquier otra, vale la pena cuando se vive con la nobleza y la magnanimidad de don Antonio.
Era todo un señor, con un valor añadido: el de ser un caballero cristiano y un enamorado de la libertad. Ese descanse en paz habitual se convierte en este momento en la seguridad de que ya descansa en paz.
Antonio Fontán, descansa en paz / Diario de Cádiz
El mediodía oscuro de invierno nos trae la triste noticia del fallecimiento de Antonio Fontán Pérez, un buen liberal dueño de un ilustre currículo en el que ha brillado y brillará para siempre con afecto en el recuerdo que muchos mantendremos de su persona o con interés para todos aquéllos que gustan de conocer quién es quién en esta sociedad nuestra.
Un hombre de la lealtad es lo que Antonio Fontán me hizo sentir de él cuando le conocí al empezar el último cuarto del pasado siglo. Leal en su trayectoria con el padre del Rey a quien asistiera en su Consejo Privado. Leal con su hijo, Don Juan Carlos I. Leal con España a la que se entregó con sus mejores esfuerzos. Leal con sus oficios en la docencia o en el periodismo, pero leal hasta el extremo final con la Libertad, con todas las libertades, las que nos son tan necesarias a todos cada día.
Conocí a Antonio Fontán en esas fechas inolvidables que fueron desde el fallecimiento de Franco hasta el 6 de diciembre de 1978, en los tiempos en que muchos españoles tuvimos que cooperar con común esfuerzo para que España fuera patria de todos y no Mater Dolorosa para algunos. Eran los días de quienes querían a ultranza mantener lo que había o de los que pretendían revolver todo para que los que hasta entonces fueron, dejaran de serlo.
Y algunos elegimos encontrarnos en la posibilidad de entender que España era la reunión de todos los españoles, como nos habían dejado dicho en 1812 los primeros españoles que quisieron entenderse.
Antonio fue un buen mentor para muchos de nosotros. Todavía recuerdo aquellas reuniones que en la Calle Sánchez Bedoya, de Sevilla, manteníamos un grupo de jóvenes ansiosos de democracia que quisimos cooperar en una España nueva donde cupiéramos todos y donde nos empapábamos, desde un punto de vista liberal, de todo lo nos ayudase a defender nuestras ideas defendiendo la presencia de las ideas de los demás. Allí, en el local, cada tarde nos veíamos Soledad, Alfonso, Rafael, Eugenio, Jesús, Ignacio, qué sé yo, los del taxi y algunos más, parafraseando a Guerra. Y en los encuentros que periódicamente manteníamos con Antonio en algunos de los cafés de alrededor donde nos contaba las cosas que estaban pasando, sus experiencias y discutíamos sobre las qué podían pasar.
Y ahora estas cosas parece que no son nada. Sí, sí, nada, ya les diría yo a los que no las vivieron. Fueron los tiempos en que comenzara la Transición con todas sus dificultades pero con todas las ilusiones. El primer gobierno sin Franco pero con su espíritu presente. El desconcierto del aparato del Estado y las lícitas reclamaciones de quienes no habían podido hablar con libertad de sus sentimientos o de sus reclamaciones. Una extraña situación con la aparición de la vergonzante legislación sobre las Asociaciones Políticas que pretendía llamar de una manera a la realidad del deseo de los españoles de querer constituirse en los partidos políticos. Las Cortes de un Régimen que acababa y una ilusión que empezaba con el Presidente Suárez.
Y Antonio Fontán ya estaba con nosotros, impulsando, animando, moderando, enseñando. Poniendo su experiencia a favor nuestro y acuñando con afán el sentido de ser liberal.
La prensa ya ha dejado constancia de su extensa y generosa vida, de sus trabajos porque los españoles nos reuniéramos en este común solar, producto de una vida de entrega a los demás, de su preparación académica, de la riqueza intelectual de un hombre formado para la enseñanza y la investigación o para el ejercicio valiente del periodismo y para las lealtades.
Probablemente habrá personajes de mayor importancia o de mejor presencia en los medios y por ello más conocidos en el cotidiano vivir de los españoles de ahora, pero Antonio Fontán, y algunos otros más que fueron piña en aquellos años, fueron esenciales para que hayamos llegado hasta hoy sin tirarnos los trastos a la cabeza.
Me quedaré sin su acostumbrado opúsculo de Navidad que cada año, por tan entrañables fechas, nos mandaba a los amigos. Ya no volveré a recibir esos trabajos que le gustaba comenzar en latín. Pero me quedará para siempre mi constante agradecimiento porque he podido ser testigo del esfuerzo y las virtudes de un hombre bueno, muy preparado, que sentía más el ser que el tener y que nos enseñó a muchos de nosotros que ser liberal, además de comprender la defensa de unos principios políticos que nos son propios por la libertad y para la libertad, pasaba por entender la realidad de los demás, incluso la de nuestros adversarios en política.
Fontán, un hombre puente / La Vanguardia
Antonio Fontán actuó de enlace entre el conde de Barcelona y su hijo, contra los intrigantes
Nos ha dejado, a muchos muy apenados, Antonio Fontán, uno de los arquitectos del nuevo Estado democrático y pluricultural, el de la reconciliación española, el de la transición y del consenso en torno a la monarquía constitucional y parlamentaria, única vía que ofrecía ciertas garantías de liquidación de la Guerra Civil y de cambio político hacia un Estado de derecho homologable con los demás países occidentales. Fontán ha sido un ejemplo de hombre puente, ese género de personas que tanta falta hace en momentos críticos como los actuales, comprensivos, antisectarios, tolerantes, abiertos al diálogo, comprometidos en el servicio de la colectividad. De antigua raigambre andaluza, erudito profesor, filósofo y latinista, periodista vocacional, político que sólo fiaba en la autoridad moral, Antonio Fontán se granjeó, a la vez, la confianza del príncipe de España y de su augusto padre, el conde de Barcelona, entre los cuales actuó de enlace, contra intrigantes palaciegos que intentaban enfrentarlos. Fue una decisiva contribución al establecimiento en la jefatura del Estado de la institución al servicio de todos los españoles. Luego vendrían el apoyo al partido centralista de Adolfo Suárez y la gestión del primer ministerio de las autonomías, en la que apoyó la aprobación del Estatut de Sau, en cuya redacción participó su amigo Laureano López Rodó, y la presidencia del Senado, en la que también sobresalió el espíritu liberal antidogmático que distinguió toda su vida a este leal miembro del Opus Dei. ...
Antonio Fontán sabía latín / El país
RAMÓN IRIGOYEN 16/01/2010
Muere en Madrid, el 14 de enero, festividad de san Malaquías, Antonio Fontán, primer presidente del Senado en democracia, extraordinario periodista, excelso latinista -fue catedrático de latín de tres universidades-, miembro numerario del Opus Dei y autor, entre otros, de dos libros prodigiosos: Letras y poder en Roma, publicado por EUNSA, y Príncipes y humanistas, publicado por Marcial Pons.
Deseo despedirlo con humor como corresponde a un hombre tan profundamente liberal
Cuando decimos de Antonio Fontán que fue un extraordinario periodista estamos hablando nada menos -y ateniéndonos al orden cronológico- de que fundó la primera Escuela de Periodismo de España en la Universidad de Navarra. Y no es ninguna casualidad que la primera escuela de periodismo de España, como también las primeras universidades que han impartido en nuestro país los estudios de ciencias económicas, sean instituciones vinculadas genéticamente a la Iglesia católica. A este inmenso mérito navarro de Antonio Fontán hay que añadir que fue, además, fundador y director del diario Madrid, cuya línea editorial de apertura ideológica sulfuró tanto a la dictadura franquista que terminó cerrando el periódico y luego volando su sede. Pero aquel Gobierno dictatorial, criado a los pechos del catolicismo más integrista que niega la animalidad del hombre, ignoraba que el hombre es nieto del chimpancé y, por tanto, un ser mimético. A los dos años de la voladura del diario Madrid, los chimpancés de ETA ponían en órbita el coche del vicepresidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, que, como la calandria de la canción, también voló, voló y voló.
Tras el cierre del diario Madrid, Antonio Fontán, que era un hombre profundamente religioso, se encomendó a Dios y se despidió de los lectores con palabras franciscanas. Ya se sabe que la mejor diplomacia del mundo es la vaticana y Antonio Fontán conocía el Vaticano tan a fondo como las mejores cuadras de las fincas más refinadas de su natal Sevilla. Gran deportista y gran jinete, Antonio Fontán montaba a caballo hasta que, un día, un mal bicho de entraña atea quiso rememorar la célebre caída del jaco del apóstol Pablo de Tarso y sacó de la silla al bueno de don Antonio. Le costó reponerse de aquella caída pero un campeón, al final, siempre termina reponiéndose. Por la capilla ardiente, instalada en el Colegio Mayor Castilla, han pasado los Reyes y una parte de la clase política, que, en este caso, es la clase política que vota al PP, porque ya se sabe que cuando va el PSOE, no va el PP, y cuando va el PP, no va el PSOE.
Vistos a vuelo de pájaro los méritos de Antonio Fontán, parece que la noticia de su fallecimiento deberían darla los periódicos en su portada. ¿No fue Fontán el primer presidente del Senado en democracia? ¿No dirigió el mítico diario Madrid? ¿No nos ha dejado unos libros maravillosos escritos con una prosa tan profunda como clara y ágil? En la mañana del viernes, festividad de san Mauro -y, siendo Fontán un hombre tan piadoso como Eneas, el héroe virgiliano, hay que apelar en su homenaje a los santos-, voy al quiosco y leo las portadas de los diarios de Madrid y Barcelona. Nadie ignora que la gloria en vida -y, aún más, la gloria póstuma- es muy difícil de lograr. Me resigno pues a no encontrar la noticia del fallecimiento de Fontán en la portada de ningún diario de información general. Pero, como soy incombustible al desaliento, pienso en que los periodistas deportivos están muy vinculados a Cicerón, Tito Livio y Agustín de Hipona -los autores favoritos de Fontán-, pues siempre que se enfrentan el Madrid y el Barça suelen decir que llega el clásico. Leo las portadas de As, Marca y Mundo Deportivo con la confianza de que encontraré allí la noticia del fallecimiento de Fontán junto a la noticia de la heroica victoria del Atlético de Madrid frente al Recreativo de Huelva. No me lo puedo creer. Los diarios deportivos ni dan la noticia en portada y me temo que tampoco en las páginas interiores que, por la decepción que me llevo, ni siquiera consulto. Los diarios de información general, al menos, dan la noticia del fallecimiento en páginas interiores.
A Antonio Fontán, a quien tuve la suerte de tener como profesor de latín en el Estudio General de Navarra, el embrión -y dicho sea con perdón- de la Universidad de Navarra, el bastión del antiabortismo mundial, deseo despedirlo con humor como corresponde a un hombre tan profundamente liberal. Es seguro que Antonio Fontán ha ido donde él quería ir, al cielo. Pero por si el diablo se lo ha llevado al infierno por haber dirigido el diario Madrid, vaya aquí este artículo del excelente Diccionario de la confusión, de Ángel María, que le puede venir bien para ganarse a Satanás. El texto de Ángel María (ammaria@eresmas.com) -y aquí María, aunque suene a chiste, es apellido- dice así: "Magdalena: f. Desayuno preferido de Jesús".
viernes, 15 de enero de 2010
Antonio Fontán: fallece un amigo, maestro de príncipes, políticos y humanistas [+ 30 links]
La noticia llega sin previo aviso, escueta, por la red: por correo, por sitios o por blogs amigos. Lo primero -y casi lo único, antes de ponerme a escribir estas líneas- ha sido recordar al amigo y al maestro.
Han pasado fugaces por la memoria no pocas reuniones informales para hablar de esto y aquello, algunas sesiones de trabajo en cosas universitarias, almuerzos de trabajo para plantear y pedir opinión sobre proyectos académicos, e incluso algunas coincidencias en difíciles tribunales para juzgar (él de presidente, yo de secretario) tesis doctorales más o menos conflictivas. Como consejero, conciliador y pacificador, Antonio no ha tenido precio en su amor y defensa de la libertad personal. También, por sus divertidas ocurrencias, su ironía sembradora de alegre y divertida inteligencia y humildad.
He caído en cuenta de que se me ha muerto un amigo y un maestro académico, antes humanista que otra cosa, antes que profesional de la comunicación, periodista, o político. Se me ha muerto, por ejemplo, quien tuvo tiempo para acompañarme en el funeral de mi madre, hace pocos años. Se me ha muerto quien me animó a no perder de vista las humanidades, una vez mezclado en asuntos de ciencias sociales.
Quizá por recuerdos de este tipo, al escribir a vuelapluma, he querido unir esa imagen afable tan suya con la portada de su último libro, que a mi modo de ver tan bien lo retrata.
Tiempo y personas habrá que buceen en sus papeles, de los que sin duda saldrán sabias tesis e importantes estudios sobre trozos esenciales de la historia española en el siglo XX, de la mano de uno de los principales protagonistas de "la transición".
Ahora queda el pedirle que se siga acordando de apoyar a los que seguimos bregando en estas lides.
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-- El último gigante (José M. Areilza)
-- Antonio Fontán, una referencia democrática (José Antonio Zarzalejos)
-- Antonio Fontán, el primer presidente del Senado de la democracia
-- Antonio Fontán (Wikipedia)
-- Antonio Fontán (Antonio Burgos, 2000)
-- Antonio Fontán, un sabio entre nosotros (Miguel Ángel Gozalo)
-- El Senado recuerda a su primer presidente con las banderas a media asta
-- Antonio Fontán, «héroe de la libertad de prensa mundial» (Israel Viana)
-- Antonio Fontán, cristiano y liberal (Ignacio Camuñas)
-- Antonio Fontán, humanista, político, comunicador (José Luis Cebrián)
-- Antonio Fontán o la lealtad (José Luis Cebrián)
-- Antonio Fontán (Soledad Becerril)
-- Evocación del marqués de Guadalcanal (Ramón Pérez Maura)
-- Don Antonio Fontán (Esperanza Aguirre)
-- Fontán, un liberal (Manuel Martín Ferrán)
-- El mundo sin Fontán (Luis Alberto de Cuenca)
-- Compromiso católico, talante equilibrado (Justino Sinova)
-- Los políticos alaban la voluntad de consenso de Antonio Fontán (Agustín Yanel)
-- En la muerte de Antonio Fontán (Luis María Ansón)
-- Antonio Fontán y los extraterrestres (Miguel Angel Aguilar)
-- Antonio Fontán, un enamorado de la libertad (Covadonga O'Shea)
-- Lágrimas por Antonio Fontán
-- Antonio Fontán (1923-2010) (Eugenio M. Olivares-Merino)
-- Antonio Fontán, maestro de periodistas (Leandro Pérez Miguel)
-- Fallece Antonio Fontán, hombre clave del consenso y la Transición
-- Las últimas palabras (Enrique Monasterio)
-- El catedrático Andrés Ollero recuerda en COPE a Antonio Fontán
-- Héroe de la libertad de prensa (Carmen del Riego)
-- Una entrevista con Antonio Fontán (César Coca)
-- Muere el «héroe de la libertad de prensa» (M. Casado)
-- Antonio Fontán o el magisterio de la libertad (Carlos Barrera)
-- Universidad de Navarra - Noticias de la sección Antonio Fontán
-- Fallece Antonio Fontán, primer director de Periodismo UNAV
-- In Memoriam, Universida de Navarra - Fallece Antonio Fontán, primer director del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra y antiguo decano de la Facultad de Filosofía y Letras
-- Conversación en Madrid con Antonio Fontán [.pdf] (Santiago Casas, Instituto de Historia de la Iglesia, Universidad de Navarra, 2005, 30 pp.)
-- Zapatero expresa su pésame a la familia de Antonio Fontán