Publicado Viernes , 15-01-10 a las 03 : 45
“Catedrático, periodista, político”. Con estas tres palabras se pretendió en muchas ocasiones resumir la riquísima personalidad de Antonio Fontán. El intento, aunque bien intencionado, resultaba insuficiente.
Un amigo de juventud de Fontán, Juan Bautista Torelló Barenys, aportó una semblanza certera: “Antonio me atrajo enseguida, porque aunque poliédrico, no presentaba esquinas; aunque rico en ideas e ideales, no era petulante, no asfixiaba a nadie”, y añadía: “era ameno y dicharachero a la par que juicioso y sin pizca de agresividad”.
Antonio Fontán nació en Sevilla el 15 de octubre de 1923. Sevillano por los cuatro costados, siempre que podía volvía a su ciudad en la que mantenía fuertes lazos familiares y de amistad. En sus viajes solía acercarse siempre a la catedral y hacer una visita a la Virgen de los Reyes.
Brillantísimo estudiante desde niño, en el colegio de los Jesuitas vivió en sus propias carnes las circunstancias de la persecución religiosa en tiempos de la Segunda República.
Pese a su corta edad supo captar aspectos decisivos de su entorno familiar, el interés por la información, singularmente radiofónica y la preocupación por la evolución política de España. Su padre, militar de carrera y hombre de empresa, era para él un ejemplo a imitar por su rectitud, entereza y patriotismo.
De la guerra civil, en la que no participó por su edad, guardó en su increíble memoria muchos recuerdos y enseñanzas. La actitud de su familia y la formación recibida le llevaron muy pronto a comprender la necesidad de convivir en paz con todos, pero sabiendo defender firmemente las propias convicciones.
Estudió Filología Latina en Sevilla y, por razones académicas, se trasladó a la capital de España. Ya afincado en Madrid tuvo la oportunidad de conocer a san Josemaría Escrivá. autor del libro de espiritualidad “Camino”, que conocía y leía desde su aparición en 1939.
La entrevista personal con el Fundador del Opus Dei, el 23 de mayo de 1943, le llevó unos días después a solicitar su admisión en la Obra. El propio Fontán dejó escritas sus impresiones tras hablar con san Josemaría, quien le dijo que “la Obra no le necesitaba; que nadie le empujaría. Sería el resultado o la consecuencia de una vocación”, que tenía que ver delante de Dios. Se trataba, por tanto, de “una cosa muy seria, que era para toda la vida”. Así lo entendió Fontán, que mantuvo hasta su muerte con absoluta soltura y naturalidad, una respuesta fiel a la vocación recibida.
En su larga trayectoria universitaria fue Catedrático en las universidades de Granada, Navarra, Autónoma de Madrid y Complutense. Presidió durante un periodo de tiempo la Sociedad Española de Estudios Clásicos.
«Elevó la Filología española a nivel europeo»“Antonio Fontán –escribió Pilar del Castillo- ha elevado la Filología española a nivel europeo, pero también se ha preocupado por crear las infraestructuras necesarias para llevar a cabo tal empresa. Me refiero a bibliotecas, becas, proyectos de investigación, colecciones de libros, etc. Todo ello explica que los filólogos españoles le hayan dedicado ya cinco congresos y homenajes e ilustra que Antonio Fontán es un maestro de maestros”.
Sin perder su actividad universitaria y producción científica, siempre mantenida, en 1951 decidió intervenir en el mundo del periodismo profesional. Participó directamente en la fundación de “La Actualidad Española” y “Nuestro Tiempo”, de las que fue el primer director. Años después fue el primer director del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra y contribuyó a que esos estudios, antes muy técnicos, adquirieran rango universitario.
Su perfil intelectual y su deseo de una democratización de España le llevaron a trabajar junto a Rafael Calvo Serer en un nuevo proyecto del diario “Madrid”, del que fue director desde 1967 hasta su cierre por el gobierno de Franco en 1971.
Precisamente esa etapa periodística propiciaría, años después, en 2003, un reconocimiento mundial. El Instituto Internacional de Prensa (IPI) quiso celebrar su cincuenta aniversario con la elección de “50 héroes de la libertad de prensa en el siglo XX”. El único español designado fue Antonio Fontán por su labor en el diario “Madrid”. Junto a él: Katharine Graham , Hubert Beuve-Méry, Adam Michnik e Indro Montanelli, entre otros destacados periodistas de los cinco continentes.
En 2007 recibiría el Premio Rodríguez Santamaría, de la Asociación de la Prensa de Madrid, por su defensa de la profesión y su trayectoria a través de toda una vida, subrayando también su etapa en el diario “Madrid”.
“Fue desde el principio y ha sido siempre un intelectual. Pero desde muy pronto también compaginó enseñanza universitaria y acción política”, escribió Miguel Herrero de Miñón.
El diario ABC publicó en 1976 una encuesta sobre “Cien españoles para la democracia”. Antonio Fontán, entrevistado por el periodista Pedro J. Ramírez se autodefinió así: “Monárquico, demócrata y liberal; es decir, ni republicano, ni totalitario, ni socialista”.
Desde muy joven formó parte del Consejo Privado del Conde de Barcelona (padre del Rey Don Juan Carlos) hasta la disolución de ese organismo en 1969. Su lealtad a la Corona le llevó a protagonizar gestiones de mediación de indudable repercusión histórica. En 2008 S.M. el Rey Juan Carlos I le otorgó en 2008 el título de Marqués de Guadalcanal, en reconocimiento a su destacada trayectoria en la Universidad, el periodismo y la política.
Tras la muerte de Franco en 1975, Antonio Fontán participa directamente en la gestación del nuevo Estado democrático. Se presenta a las primeras elecciones generales y es elegido Senador por Sevilla en la Legislatura Constituyente. El 13 de julio de 1977 es nombrado Presidente del Senado. Interviene directamente en la negociación y elaboración de la Constitución de 1978, de la que es uno de los firmantes. En la primera Legislatura es nombrado Ministro de Administración Territorial en un gobierno presidido por Adolfo Suárez. Permanecería en el cargo hasta 1980.
“Sería injusto decir que al abandonar la política de partido, comenzó para Fontán la época de los amigos”, escribió Rafael Llano. “Porque amigos los ha tenido siempre, muchos y de toda condición, hombres y mujeres, mayores o menos jóvenes que él, príncipes y gente del pueblo, intelectuales cultivados y campesinos sencillos, obispos y ateos, españoles y extranjeros. Antonio ha querido y ha sido querido por una multitud incontable de personas. Fontán es ante todo y para todos un buen amigo”.
Escritor profundo y a la vez de pluma fácil, tanto en libros de pensamiento político como en estudios humanísticos. Entre sus títulos se encuentran: “Los católicos en la universidad”, “Madrid, página 3”, “Polonia recobra su alma”, “Letras y poder en Roma”, “Luis Vives humanista, filósofo y político”, “Tito Livio, la Roma legendaria”, etc. Asiduo colaborador del la “Tercera de ABC”, colaboró en múltiples tribunas durante más de sesenta años.
En 1990 funda “Nueva Revista de Política, Cultura y Arte”. El propio Fontán definió los ejes ideológicos sobre los que giraba la línea editorial. “Yo no quería que fuera una publicación filosófica ni una revista de actualidad política, pero sí que tuviese una filosofía cristiana de fondo que respetara tres principios: la cultura cristiana, el patriotismo español y el liberalismo político”.
Esta nueva aventura, nacida en momentos de plenitud, le permitió una amplia movilización de personas interesadas por España y su futuro. Su capacidad de convocatoria fue siempre extraordinaria.
Guillermo Luca de Tena, uno de sus íntimos amigos, escribió: “Frente al intelectual, frente al político, frente al periodista, yo prefiero enaltecer al hombre de bien que tuvo a gala hacer de su vida un ejemplo para las nuevas generaciones. Si tuviera que definir a este español admirable por tantas cosas, yo diría esto: Antonio Fontán o la lealtad”.
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