Non scholae, sed vitae discimus




Gracias. Usted ha sido un maestro y un amigo. Nos ha enseñado ciencia, buen hacer, respeto a las personas, amor a la libertad. Pero sobre todo, se nos ha dado usted mismo, su inteligencia, su afecto.
A don Antonio, que
"aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria"

             

viernes, 15 de enero de 2010

Antonio Fontán o el magisterio de la libertad / Expansión

Publicado el 14-01-2010 , por Carlos Barrera

Resulta difícil que una persona reúna tantas facetas distintas y que en todas ellas se distinga y sea reconocido.

Antonio Fontán fue uno de esos privilegiados, y todos los que pasaron por su magisterio en el periodismo, en la política y en la universidad, han dejado abundantes muestras de su admiración por su figura, homenajeada habitualmente durante los últimos diez o quince años.

También en mi caso, cuando investigué y escribí tanto la historia del diario Madrid, que él dirigió entre 1967 y 1971, como la historia de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, que él empezó en 1958. Se nos ha ido un hombre polifacético, un brillante intelectual y, sobre todo, una gran persona, generosa siempre con su tiempo, que ha dejado además una importante huella, siempre con su amplia mentalidad liberal y de cristiano consecuente con su fe.

Catedrático de Latín desde 1949, su vocación por la política le llevó a introducirse en la vida pública a finales de los años cuarenta. No le importó bajar a la arena periodística y obtuvo el carné de periodista en la Escuela Oficial de Madrid en los años cincuenta. Ya en aquellos tempraneros tiempos, fundó revistas como La Actualidad Española (1952) y Nuestro Tiempo (1954), llamadas a tener una larga vida.

Difícilmente una persona tan involucrada en ámbitos dados a la controversia ha logrado suscitar tan unánimes reconocimientos

Cuando San Josemaría Escrivá quiso que la Universidad de Navarra ofreciera, por vez primera en España, unos estudios universitarios de Periodismo, se lo encargó a él. Tomando como base las experiencias de centros de formación y estudio del periodismo en universidades de Estados Unidos y de otros países de la Europa occidental, comenzó el Instituto de Periodismo en 1958, del que fue director hasta 1962. Los miles de periodistas y profesionales de la comunicación que han salido de las aulas de Navarra le deben mucho a quien tuvo la valentía de ser pionero en integrar el periodismo en la universidad española.

La etapa más conflictiva de su vida vino cuando asumió la dirección del diario Madrid en abril de 1967 a petición de Rafael Calvo Serer, presidente de la empresa editora desde un año antes. Este periódico, crecientemente crítico con el régimen de Franco debido a la escasa apertura política que desplegó, acabó siendo cerrado por orden gubernamental en noviembre de 1971, después de haberle sido incoado una veintena de expedientes, varios de los cuales acabaron en sanciones económicas, e incluso una suspensión de cuatro meses en mayo de 1968.

Fontán defendió y garantizó la independencia del proyecto periodístico del Madrid frente a las amenazas de una forma ejemplar. Todos los trabajadores del periódico, como le escribieron al presentar él su dimisión un mes después del cierre, “hemos sabido apreciar su hombría de bien y su sentido de lealtad hacia todas las personas que han venido haciendo el periódico”.

Labor política
Este hecho, junto con la labor política desplegada en los años de la Transición a la democracia, dentro de la Unión de Centro Democrático, como presidente del Senado en la legislatura constituyente, y después como ministro de Administración Territorial, fueron claves para que en el año 2000 el Instituto Internacional de Prensa le nombrara uno de los 50 héroes de la libertad de prensa en el mundo en la segunda mitad del siglo XX. En la lista figuraban periodistas de renombre como el italiano Indro Montanelli, el polaco Adam Michnik, el francés Hubert Beuve-Méry, la norteamericana Katharine Graham y el argentino Jacobo Timerman. Fue un héroe sereno al estilo de su admirado Séneca.

Fue un profesor, periodista y político de claras lealtades humanas, religiosas e ideológicas, implicado de lleno en sus pasiones políticas como buen monárquico-liberal, intelectuales como buen catedrático, y periodísticas como buen maestro de redacciones.

Él no se consideraba como maestro o formador de políticos, periodistas e intelectuales. En una entrevista que le realizaron en el año 2000 dijo al respecto: “No soy, ni he querido ser nunca, formador de nadie. Ni en la política, ni en la universidad, ni en la prensa. He procurado alentar la libertad de todos los que andaban cerca de mí en cualquiera de esos campos”.

Supo ejercer con talento, podemos decir para no contradecirle, el magisterio de la libertad. Fue un gran aglutinador de gentes y, en todas las facetas de su vida, supo formar equipos porque tenía una especial capacidad de convocatoria.

Difícilmente una persona tan involucrada en ámbitos tan espinosos y dados a la controversia ha logrado suscitar tan unánimes reconocimientos y adhesiones. La calidad humana y profesional de Antonio Fontán, su vida bien cuajada de empresas que han dejado huella, tienen buena parte de culpa en ello.

Profesor de la Facultad de Comunicación Universidad de Navarra

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